Pues bien, la clave no está en favorecer la implantación de todo lo que tenga que ver con los biocombustibles, sino seguir una serie de pautas para mejorar la política energética de un gobierno.
- Impulsar el mercado de los automóviles bioeficientes sería mucho más rentable a largo plazo que invertir en la conversión de hidrocarburos a biocombustibles. Propiciar el uso de estos automóviles y aplicar mayores impuestos a los combustibles que deriven del petróleo y el carbón supondrían una mayor eficiencia económica.
- Incentivar la investigación de los biocombustibles de segunda generación, que podrían aportar un mayor número de subproductos biológicos industriales.
- Propiciar la investigación de nuevas energías alternativas, así como desarrollar las que ya conocemos para abaratar costes y aumentar su eficiencia.
- Ayudar a las zonas donde la producción de materias primas para biocombustibles, así como las zonas donde se efectúen las labores de transformación esté garantizada la rentabilidad e impulsar en esas mismas zonas la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
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