Los frikis de verdad, ya sabrán a qué viene el título. A los que no lo sepan, les recomiendo leer El Hobbit, de J.R.R. Tolkien (y seguir con El Señor de los Anillos, si no es mucho pedir).
Hace apenas un mes que comenzó el curso y este año es todo un reto. Empezar segundo hace ver las cosas de otra manera: ¡estás a mitad de la carrera!
El primer año es el de las tortas, el segundo año es el de los arreglos, pero ¿y el tercero?
En base a mi experiencia personal, puedo asegurar que el primer año no reaccioné hasta junio y, evidentemente ya era muy tarde. Cambio de vida, de domicilio, de responsabilidades (aparecen, que no es poco). En bachillerato nunca estudié más allá del día antes, como mucho dos días antes del examen (cuando estudiaba) y así iba salvando la situación, a veces incluso sacaba nota. Pero llega el primer parcial, crees que vas sobrado y ¡ZAS! con un poco de suerte poner el nombre vale un punto.
En el segundo año cambian los objetivos: aprobar todo lo que se pueda sin morir en el intento. Se consigue liquidar primero con un saldo más o menos positivo. También hay decepciones, empiezan a aparecer las asignaturas que intuyes que te van a ocupar más de un año (o dos, o tres...) y también las asignaturas del pánico, éstas son las que con solo nombrarlas entran sudores fríos y siempre te rajas dos días antes del examen.
Y sin apenas darte cuenta, llega el tercer año y empiezas segundo. Es la mitad del camino, muchas asignaturas son prácticas y van a tener una aplicación real (aplicación de la que no te acordarás cuando empieces a trabajar, pero que tendrás que recordar si no quieres engrosar las listas del paro). Es cuando realmente empieza a gustarte la carrera que has escogido (o cuando te das cuenta de que no es para nada como la habías imaginado). Hay que empezar a pensar en qué te gustaría trabajar, pero antes de nada te sorprendes pensando en el proyecto de fin de carrera, en cómo narices lo vas a hacer y dónde.
O piensas en viajar, conocer mundo, incluso piensas en estudiar en un país extranjero.
Y ahora es cuando llega la realidad y te patea el culo: no tienes un duro, por lo tanto ni viajes, ni mundo, ni estudiar fuera. Acaba cuanto antes y ponte a trabajar, pringao. Papá y mamá no van a estar siempre ahí para darte el dinero sin preguntas, de hecho es posible que estén haciendo un esfuerzo titánico para darte una educación mejor que la que ellos tuvieron. No seas idiota y aprovéchalo, es la mejor manera de la que puedes "pagarles" todo lo que están invirtiendo en tí.
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