Por eso en este post voy a hacer una excepción: primero, porque la otra parte ya ha hecho pública su animadversión por mí en varias ocasiones, y segundo, porque lo que aquí vamos a discutir ha pasado a afectar a mi vida pública en las redes sociales, llegando al punto de que se me piden explicaciones por mis decisiones, porque se implica a terceras (cuartas, quintas…) personas y porque se me insulta (sí, me siento insultada) poniendo en mi boca palabras que jamás he dicho ni diré y pensamientos que no comparto de ninguna manera.
Mi actitud ante el troll machista, al contrario que la actitud característica de Skepchick, es ignorarle y no alimentarle demasiado. ¿Por qué? Porque es inútil discutir con una persona que se cree superior por haber nacido con un pene, como si eso lo hubiera podido elegir personalmente.
Lo que nunca imaginé encontrarme son pseudoescépticos pseudofeministas que tienen ese mismo comportamiento irracional. Lo cual me parece bochornoso, ya que nadie que se autodenomine escéptico debería tener pensamientos tan propios de fanáticos y charlatanes.
Si recuerdan mi primer post en Escéptica, allá por octubre del año pasado, recordarán también el buen debate que hubo en él. Fuera de ese debate se me recriminó que me preocupaba de tonterías propias del hembrismo (supuesta defensa de la supremacía de la mujer sobre el hombre) y no del feminismo, que tiene temas más importantes que tratar.
Como no tengo nada mejor que hacer, y siguiendo con mi hembrismo radical, se me ocurrió criticar en otro post los métodos publicitarios de una marca de desodorante, los cuales considero sexistas. Esa debió ser la gota que colmó el vaso de mis críticos, ya que recibí varias interpelaciones, no solo en Escéptica y repetidas a lo largo del tiempo. No contesté a ellas porque consideré que no tenían mayor importancia: una pataleta de alguien que sabe poca ciencia y menos de feminismo e igualdad.
Han pasado los meses y esa pataleta ha servido para crearme una fama de feminazi implacable e irracional, ya que siempre me he negado a dar explicaciones por ese artículo por considerar las críticas sin ningún tipo de fundamento.
Me he ganado esa fama por las conclusiones (erróneas) que alguien ha sacado de varios artículos míos, sin haber entendido nada de ellos y que considera que sus críticas están fundamentadas en la ciencia (en este punto pueden imaginarme soltando una sonora carcajada).
Nunca, hasta que empecé a colaborar con Escéptica me había considerado feminista, mucho menos radical, y en muchas ocasiones he criticado ciertas posturas que se declaraban feministas por los mismos motivos que me critican a mi ahora.
Pero no quiero hablar solo de mí, también quiero hablar de ciencia.
Con todos ustedes, la psicología evolucionista, que según Wikipedia:
propone que la psicología y la conducta de los humanos y primates pueden ser entendidas conociendo su historia evolutiva. Específicamente propone que la mente de los primates, incluido el hombre, está compuesta de muchos mecanismos funcionales, llamados adaptaciones psicológicas o mecanismos psicológicos evolucionados que se han desarrollado mediante selección natural para ser útiles para la supervivencia y reproducción del organismo.
Hasta ahí nada raro, es una disciplina científica más, con sus estudios, sus resultados, sus leyes y postulados. El problema aparece cuando interpretamos esos resultados, no siempre de manera acertada.
Con los estudios procedentes de la psicología evolucionista es relativamente fácil caer en la falacia naturalista y atribuir un valor moral a un conocimiento científico. En esos casos equivaldría a justificar como bueno el hecho de que existan enfermedades como el cáncer porque se entiende su funcionamiento. Absurdo, ¿no?
Pues eso ocurre cuando se trata de sacar conclusiones de la psicología evolucionista y el machismo: se tiende a pensar que, como el hombre ha desarrollado el mecanismo X durante algún momento de su proceso evolutivo, eso justifica el comportamiento Y (cuestionable moralmente) que algunos individuos practican en la actualidad.
Un ejemplo de esto lo encontramos en las críticas que se hicieron al mencionado post de la publicidad sexista, que se basaban en que la psicología evolucionista establece que a hombres y mujeres nos atraen diferentes tipos de estímulos cuando sentimos atracción física por otra persona (porque todos sabemos que las mujeres nunca nos fijamos en el físico de los hombres y esperamos a ver su carácter o su cartera). Y con ese argumento se justificó el sexismo y la objetificación de la mujer en la publicidad, porque es normal y aceptable que la mujer se presente como un pedazo de carne descerebrado… ¡a los hombres les atrae eso, deal with it!
Es obvio que hombres y mujeres tenemos diferentes preferencias, así como tenemos físicos diferentes, pero esas preferencias ¿hasta qué punto están condicionadas por nuestra herencia evolutiva y hasta dónde por nuestra herencia cultural?
Que sepamos cómo funcionan nuestros impulsos no quiere decir que podamos justificar moralmente todo lo que hacemos por su causa. Volviendo a la analogía del cáncer: que sepamos cómo funciona no quiere decir que no sea malo. Un cocodrilo puede arrancarte una pierna y se consideraría un comportamiento natural, propio del cocodrilo, lo cual no quiere decir que sea bueno que el cocodrilo se haya comido tu pierna.
Y éste es solo un ejemplo del mal uso de la ciencia, manipulada para que diga lo que a alguien beneficia para que se mantenga el statu quo, en este caso para que el hombre pueda seguir comportándose de manera sexista impunemente.
Podrán decirme que critico a la psicología evolutiva por ir en contra de mi realidad, lo cual no sería cierto porque solo critico el uso torticero e interesado que se hace de ella. Pero buscando información sobre esta rama de la ciencia me he encontrado con no pocas críticas, casi todas ellas de parte de conocidos escépticos (quizá el que ha criticado con más ganas haya sido PZ Myers). En todas ellas se menciona el poco rigor científico de algunos de los estudios: maquillaje de datos, conclusiones erróneas, estadística creativa…
Un puñado de estudios controvertidos no son suficientes para desacreditar a una disciplina completa, aunque sí a sus autores y defensores; pero lo que debería ponernos a la defensiva es que esa manipulación justifique actos moralmente criticables, haciéndolos pasar por naturales.
¿Quién eres tú para contradecir a la evolución? La naturaleza es así, así que ponte un bikini y prepárame un sandwich.
Con este post puede darse por contestado el señor David Osorio, que con tanta insistencia y reiteración ha pedido explicaciones y rectificaciones a quien aquí escribe.
Y finalmente, quiero agradecer a Paleofreak y Daurmith la ayuda que me han prestado para la preparación de este post, y a todos los miembros de Escéptica que tanto me han apoyado en los seis meses que llevo ya colaborando con ellos.